El siete de Marzo con un poco de retraso a la hora prevista por temas administrativas, ingresamos por fin en la planta de partos, muy emocionados y sintiendo contracciones más intensas de lo habitual. A las 11 de la noche nos llevan a monitores y por orden de mi ginécologo me colocan en la vagina un medicamento que viene envuelto en un cordón de plastico que irá liberando sus efectos durante toda la noche. No puedo deciros el nombre del producto porque aunque me lo dijeron ni me acuerdo. El producto estaba destinado a producir contracciones en serie. En ese momento, yo sólo estaba dilatada en un centímetro. Conciliar el sueño esa noche fue imposible, el jaleo por el pasillo de enfermeras y el estar nuestra habitación pegada a la recepción de planta lo impiden.
A las 4 de la mañana, vuelven a bajarnos a monitores. Otra hora más. Apenas dilato. A partir de ese momento empiezan contracciones fuertes y dolorosas. Durante las tres horas siguientes los dolores se me hicieron insoportables. Busco posiciones de alivio, pero todo es inútil. Cambio de opinión y le digo a mi pareja que ya no quiero un parto vaginal sino una cesárea.
A las 7.30 me bajan a monitores. Agotada y dolorida tengo que aguantar las contracciones en una camilla. A las 8 de la mañana llega mi médico, fresco y descansado, dispuesto a ocuparse de nosotras. Me quita el medicamento (fuera cordón) y con un tacto comprueba que estoy dilatada de dos centímetros. Me dice que ahora nos toca descansar. Ingenua como soy pienso que las contracciones pararán, pero no, siguen progresando con más intensidad y ritmo
La pequeña sala de partos de la clínica está llena. Cuentan con un quirófano, dos salas de dilatación, y dos boxes para monitorizar. Deciden pasarme desde uno de ellos a la sala de dilatación. Ahí le digo al médico que no aguanto más, que llevo mas de 4 horas con dolores intensos y que necesito epidural.
El médico muestra su enfado. Demasiado pronto me dice, esto es un parto. Pero con contracciones que alcanzan los 127 yo ya me había dado cuenta. A las 9 de la mañana, una mujer anestesista acaba con mi dolor. Pero poco me dura la alegría porque a las 10 y 15 de la mañana vuelvo a sentir dolor intenso. Estoy de pie , doblada en un ángulo de 90 grados sobre la camilla. Cada vez que viene una contracción muevo las piernas intentando superarla. Hasta las 11 menos diez el médico no autoriza a la anestesista a dar un nuevo chute de epidural. Un nuevo tacto y sorpresa, en una hora he dilatado a 6 ó 7 centímetros.
A las 11 y media le digo a mi pareja que la dosis de epidural ha sido distinta, que no he descansado del dolor. Raro, porque la intensidad de las contracciones es muy baja, para causar tanto dolor. La médica que rondaba cerca nos oye. Son salas que solo están separadas por cortinas, sin intimidad ninguna. Se acerca y me pregunta, dónde siento dolor. ¿En los riñones? ¿En la espalda? Aquí le digo, señalando el pubis. Es una sensación dolorosísima. Eso no es una contracción, me dice, es la cabeza del bebé presionando el canal del parto. Le digo que necesito más, que no puedo aguantar. Ella me explica, que puede que me deje K.O para cooperar en el parto. Pido. Da.
El tercer chute me entumece el culo. Bajo de la camilla como puedo con la ayuda de mi pareja. Intento mover las piernas para recuperar el dominio. Oigo a mi médico metiendo bronca a la anestesista. Él no ha autorizado esa tercera dosis. ¡Esa mujer acabará en cesárea! grita. Ella le dice que yo se lo pedí, sin más. La respuesta de un colega a otro de igual categoría.
Y llega lo que me hubiera gustado evitar. Con el esfinter dormido y en una contracción, (vuelven a ser intensas, ya ni las miro), las heces salen sin control. Por suerte, llevo un pañal hospitalario porque a las ocho de la mañana rompí lo poco que quedaba de aguas. Mi pareja me ayuda allegar al baño.En realidad, hace más que eso, me limpia como a un bebé. Volvemos a la sala de dilatación.
El doctor nos había dicho que a las 12 haría otro tacto. Con el accidente, llegamos a las 12 y cuarto. Me tumbo en la camilla. Oímos la risa del doctor,¡Está naciendo! Alicia, asoma la cabeza. Algunas indicaciones más sobre como ponerme. Como coger aire y empujar. En tres pujos Alicia está fuera. Soy feliz. La tengo encima, puedo olerla y sentir su cuerpecito. 41 semanas y 3 días después tenemos a nuestra niña.

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